miércoles, 29 de febrero de 2012

La Masonería, tradición y origen cristiano

 “Cubrir una falta con una mentira, es reemplazar una mancha con un agujero”

Como decía Paul Joshep Goebbels, una mentira repetida adecuadamente termina por creerse, y ante la perspectiva actual al final va a ser cierto.

Ni el doctor en derecho canónico Juan García Inza, ni Ricardo de la Cierva a quien la iglesia considera un experto estudioso investigador de la masonería, ni en la misma declaración de la congregación para la doctrina de la fe de 1983 se tiene en cuenta el contenido de la  masonería rectificada y cristiana, consideran toda la masonería por igual y dicen de ella que es una filosofía que exalta la capacidad de la mente y la lógica sin tomar en cuenta la necesidad de la gracia y la misericordia divina como plena realización y salvación, demostrando con ello la más absoluta de las ignorancias o mal corazón, por escribir sobre el hielo, como decía García Márquez, y esperarse a que salga el sol.

Hoy en dia cuando nos referimos al cristianismo saltan todas las alarmas, suele entenderse o mezclarse en la mayoría de ocasiones con la institución eclesiástica y todo lo que ella representa, algo que atendiendo a una sociedad cada vez más tendente al laicismo, empobrecida intelectivamente y con una oscuridad materialista en aumento no nos ha de extrañar.

Revisando historia vemos como todo este empobrecimiento social afecta de forma directa las expectativas, los convencimientos y las creencias, algo que se extiende de forma general validando y justificado todo aquello nos entra por la boca, alimenta el comercio, la especulación financiera y la bolsa usurera fomentando la ambición banal, publicita el desliz con festejo, se goza en las pasiones y hace olvidar nuestra esencia, algo que al predicarse produce rechazo, algo que me recuerda la cita de San  Pablo cuando decía que “la Verdad parece locura para este mundo”, y es cierto, a quien se le ocurra soplar aires en aras de una recuperación ético-moral recalcando la esencia humana y su doble  condición (materia-espíritu), suele ser apedreado.

Para los cristianos esa energía de vida esta contenida en la esencia crística, aquello que predicó Jesús, amor, paz, caridad, perdón etc. , y para comprender el significado profundo de esa energía y su repercusión debemos acudir a la doctrina de la reintegración, del rencuentro, del regreso al estado original, de donde o de qué se procede.

En ocasiones cuando me pronuncio de este modo escucho respuestas y alegaciones de todo tipo, todas ellas merecen el mayor de los respetos, pero no dejo de recordar a San Mate0 (7:6) cundo decía … “No deis a los perros lo que es santo, ni echéis vuestras perlas delante de los puercos, no sea que las pisoteen con sus patas, y después, volviéndose, os despedacen” … algo que una vez leídos posicionamiento como el que tenéis ahora, suele herir el ego generando rebeldía y antagonismo de todo tipo, hasta eclesial, aunque espero que nadie se moleste…..

Regresando al motivo de este texto, “tradición cristiana en la masonería”, deberíamos  remontamos a las ordenes y fraternidades antiguas, podríamos situarnos, por poner un punto de partida y no remontarnos a la época Salomón o los Collegia Romanos, a los  aconteceres cercanos al siglo XI, un siglo que vincula y relaciona la religión de la época con todas las organizaciones sociales, dicho esto,  podemos situarnos en las cruzadas que bien puede servir como partida para la intención de estas líneas,  donde pretendo plasmar la presencia e influencia religiosa en todas las organizaciones de esa sociedad medieval, algo que nació producto de determinadas condiciones económicas y sociales existentes en el occidente latino durante el siglo XI, un movimiento que no debería definirse a partir de su forma organizativa, o de su finalidad político-militar, dado que hablaríamos de guerra eclesiástica con una finalidad geográfica precisa, sino que por pura obviedad lo decisivo para el establecimiento “inicial” de este movimiento religioso no era otro que las ideas teológicas con la llamada militia Christi, que viene a  expresar la lucha espiritual, posiblemente posteriormente tendría otros objetivos, pero no fue e inicial.

Como las demás instituciones feudales, la posición prominente que ocupa la Iglesia en el cuadro político y económico de la Edad Media tiene una tradición secular que se remonta a las primeras etapas del nacimiento y desarrollo del poder político en las sociedades preclasistas, desde el siglo V en que Constantino concedió a la Iglesia el derecho de adquirir bienes, fue a partir de sus sucesores que se inició la suspensión del culto pagano y empezaron a confiscarse los bienes de los templos paganos y su transferencia por donación a los cristianos, denominándose tal ejercicio la “mortis causa”  o lo que es o son, las donaciones en favor de la iglesia, de este modo la propiedad territorial y la cuantía de la fortuna de la Iglesia durante la Edad Media ha sido difícil de establecer, las impresiones de todas las fuentes és que fueron inmensas. Boissonade opina que la Iglesia llegó a poseer entre los siglos X y XI un tercio a la mitad de la propiedad inmueble de la Europa occidental. En la España medieval, según la documentación visigótica y las actas legislativas de 1351 y 1428, el incremento de los bienes del clero era extraordinario. En Francia se ha calcula que a fines del siglo XV las rentas de la Iglesia eran similares a las del Estado.

La Iglesia no estaba en condiciones de explotar por sí misma los bienes adquiridos que engrosaron su patrimonio, especialmente  entre los siglos VI a X, hizo numerosas adquisiciones donde la posesión de tierras incluía el contenido humano, estos,  pasaron a engrosar durante toda la Edad Media y con menos frecuencia en los siglos  X al XIII un conglomerado de individuos, mano de obra, que atendiendo al poder e influencia social de la época llegó a ser honroso darse como siervo a los establecimientos religiosos. Con mayor o menor libertad proliferó el sistema y terminó por tomar tal auge que finalmente se incorporaban a las monasterios y abadías regentes, gentes donde tenían asegurado el sustento, la gracia y el acceso al conocimiento, estas circunstancias promovió el auge de los monasterios y explica, de alguna forma, la existencia de las instituciones monásticas y su necesidad de regulación u orden interior, ello, nos lleva a la Regula Sancti Benedicti, o Regla de San Benito, (s.V), un documento de 73 capítulos, y posteriormente su desarrollo en el siglo XII con el  tratado “de Opere Monachorum” de San Agustín.. un tratado necesario donde estableció normas de comportamiento, vida de oración disciplina y trabajo. Usos y costumbres monásticas para un conglomerado de gremios y oficios que trabajaban los bienes de la iglesia, un criterio de gestión de lo que hoy llamariamos RRHH, mano de obra con un sistema o forma de vida y trabajo que, por su exitoso resultado, se extrapolo a toda la sociedad civil de la época impregnándola de ese uso y costumbre monástico-religioso, algo que enriqueció aun más si cabe a la iglesia y formó a gentes en las artes  (geometría, matemática, aritmética, etc .) dando lugar a una parte del tejido social con un estatus social fuertemente considerado.

Toda esta etapa citada es conocida como de la "Masonería Operativa", que no era otra que una organización gremial que perfeccionaba su oficio y protegía sus intereses, con un cierto aislamiento social en aras de la profesión y conocimientos que les otorgaba ese   estatus, sus usos y costumbres no eran otros que los emanados de las costumbres monásticas. El decrecimiento en la construcción de catedrales fue el detonante de su decadencia, sus reuniones fueron tornándose cada vez más filosóficas, y la austeridad de la vida monástica, la practica ritual exclusiva solo para aquellos adelantados, la discreción que estas tenían, la posesión del conocimiento de todas las artes y el propio prestigio que este conjunto ofrecía, fue el alimento y atractivo para algunos intelectuales y nobles de la época, quienes veían de buen gusto el pertenecer a las logias por su prestigio.

Ya hacia fines del siglo XVII la actividad operativa llegó a ser nula por lo que las logias se reunían exclusivamente para una actividad especulativa o filosófica.
 El incremento constante de los Aceptados y el decremento acelerado de los Operativos por la deserción del gremio causada por la caída de la demanda de obra civil, provocó una severa crisis al interior de las Logias. Este siglo XVII Marcaria una nueva edad Moderna, algo presente en la organización de las sociedades y en la centralización del poder que ya no procederá de Dios sino de la sociedad mediante un pacto, un acuerdo en que la sociedad cederá sus derechos bien a un Rey o a un parlamento, espacios históricos posteriores como la revolución francesa y Renacimiento la educación fue incorporando poco a poco los cambios impulsados por el Humanismo y, con la difusión, se transformó el mundo.

Llegado el año 1717,  varios masones de la época se reunieron en diversas ocasiones para seguir con la tradición y crearon lo que hoy conocemos como masonería especulativa, fundose la Gran Logia Unida de Inglaterra desplegándose por el mundo la masonería que hoy conocemos, aunque con ciertos retoques que, por circunstancias de carácter socio-políticas obvias del momento, era preciso modificar todo aquello que entornaba carácter religioso, las enseñanzas templarías, los deberes monásticos y las tradiciones gremiales o esa mentada actualidad politico–social, y sobre todo por las repercusiones que tenia no hacerlo, se fue dejando de lado todo aquello relacionado con la religión.

Muchas tendencias y ordenes masonicas especulativas surgieron, distintas en tendencias pero con un carácter narcadamente laicismo, excepto en algunos casos, como el rito escocés rectificado constituido en Francia a finales del siglo XVIII, empezando su gestación a partir de la rectificación en 1773 de manos de Jean Baptiste Willermoz, una doctrina masónica que está intrínsecamente ligada a la propia masonería tradicional de la época, a la naturaleza y destino del hombre respecto de La doctrina "esotérica" de Martínez de Pasqually que a su vez esta en perfecto acuerdo con la tradición cristiana, y a la tradición caballeresca alemana quien pretendió restaurar la Orden del temple, una masonería rectificada bien estructurada con bases acordes a la historia y realidad actual, y con un componente cristiano muy potente que para nada responde a los cuestionamientos eclesiásticos ni a los referidos enunciados hechos por esos supuestos expertos en masonería.  

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